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16 Dic 2019

A ver cómo cuento esto…, por Rafael Ayuste

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Rafael Ayuste

Jefe del Departamento de Energías Renovables del Ente Regional de la Energía de Castilla y León (EREN)

Recuerdo que Paco Bas hace veinte años decía “a las reuniones de bioenergía se viene llorado de casa”.

Creo que hemos avanzado, ahora de casa venimos perplejos.

Creo que el cambio caracteriza nuestro tiempo de juego y creo también que no es algo fácil de interiorizar. Sin embargo, de eso a parecer que la forma de progresar en este negocio sea el “agárralo como puedas” hay un trecho.

Las maneras en las que hemos dado bandazos en los últimos años es para hacérnoslo mirar.

Lo fácil y no falto de razón es echar la culpa al Gobierno, pero si uno analiza el comportamiento de profesionales, empresas u otras administraciones, casi le hacen pasar por bueno.

Hemos pasado por bajos y altos costes del gasoil, sobreabundancia y escasez de pélets, subvenciones demandadas masivamente y convocatorias sin solicitudes, decenas de solicitudes de biogás ganadero y años sin interés alguno, interés por la gasificación y desaparición de la tecnología y esto solo en bioenergía, sin meterme en el resto de renovables.

Tal y como yo lo veo, en este negocio energético, la biomasa está en medio, ni chicha, ni limoná.

Ofrece calor, electricidad y combustible para el transporte, juega en tres ligas, y en todas, si nos fijamos, lejos de los líderes de la clasificación.

Veámoslo un poco más despacio ¿en que es más competitiva que el resto de oferta?

Tiene a favor, el desarrollo rural, la gestionabilidad, la gestión de residuos, la lucha contra incendios y lo del CO2.

¿y en contra?

Es más cara, hay que comprar el combustible a unos tipos no siempre fiables (con lo fácil que es tomar el sol), está lo de las partículas y se me olvidaba… la deforestación de los conservacionistas.

No entro en si “es” más o menos verdad, pero no nos engañemos, el que compra en un sector, en su más amplio sentido, lo hace por lo que le “parece”, no por lo que “es”.

Y además se va a contrapié. Si el mantra es que lo racional es usar biomasa solo para calor, coge, va y la sociedad se dirige, dicen, hacia la electrificación total, con los de la bomba de calor cada vez más crecidos por mejores rendimientos y una electricidad más verde.

Misma historia con el transporte, ¡¡como para vender biodiesel estamos!! y no ahora, que hemos desmantelado casi toda la capacidad de producción, sino mañana, en el que todo el mundo se ve en un Tesla todo terreno.

En la electricidad, no solo es que el viento y el sol generan más barato y sin tanto riesgo de explotación, sino que su capacidad de aportar gestionabilidad es pequeña (difícilmente cientos de MW en biomasa harán gestionables miles de MW eólicos o fotovoltaicos) y lo que es peor, para cuando quieran proponer algo, toda la evacuación estará sobresaturada gracias a una irracional carrera fotovoltaica tolerada quizás por la ignorancia del reciente pasado.

¿Todo esto significa que mejor nos vamos a casa?

Qué va, qué va, ¡hasta ahí podríamos llegar!

Significa que tenemos que cambiar el enfoque, en algunos casos no hay que molestarse en pelear y en otros se andará con el cuchillo entre los dientes, a veces viejos enemigos tras caerse del caballo podrán tornarse aliados y a veces haber dejado simplemente satisfecho a un cliente atraerá más ventas que toda la política energética de la Unión Europea.

Una idea básica será como convenzo a un paisano (o a un industrial o más difícil aún al presidente de una Comunidad de propietarios) para que, pudiendo poner una caldera de las de “toda la vida” decida, libremente, una de biomasa.

Comparando con el convencional, el coste acumulado de calor le habrá de salir parecido, a ello ayudaría un IPC bajo del pélet y unos precios de caldera contenidos y aún más el que no haya ningún cuñado que, la próxima nochebuena, le cuente de alguien a quien se lo instalaron mal, le dieron un pellet malísimo y estuvo una semana sin calefacción por una pieza de Austria.

Permítanme insistir en esto último, ¿estamos seguros que todos nuestros clientes hablan bien?, A un instalador de gas le da igual, pero uno de biomasa, no se lo puede permitir, porque no solo cuestionarán al profesional, sino a la tecnología y alrededor de ese cliente aparecerá una buena porción de tierra quemada al que vender una caldera será imposible.

Respecto al cómo o al dónde. Posiblemente haya dos nichos, el principal el del gasoil, no solo porque los precios actuales ayuden moderadamente, sino porque el potencial consumidor ya ha interiorizado tener almacenado el combustible, bajar a ver el nivel y si eso llamar para reponerlo.

El mundo rural de primera residencia y los cinturones de chalets que rodean las ciudades podrían ser el primer objetivo, para el que ahora existe una ventana de oportunidad (igual que le pasa al gas natural), dentro de 25 años, es posible que ya no existirá.

El segundo nicho creo es dar calor a la industria. Si, esa a la que apenas hemos logrado arañar la puerta más allá de la ligada al sector forestal. Tienen el problema de que cualquier mejora ha de tener un periodo de retorno al que no se está acostumbrado en el sector energético, pero su interés por la imagen verde y la necesidad de calor los hace especialmente interesantes.

La financiación de los proyectos, la estabilidad de costes del combustible y sobre todo su seguridad serán factores clave para su convencimiento. En este sentido un programa de apoyo público inteligente podría ser una posibilidad a explorar.

Las redes, otro mantra del sector. A ver como lo diría yo que he terminado una y voy a adjudicar otra… me pregunto quiénes pueden ser sus clientes, que además han de ser cautivos por más de una década para permitir amortizar las instalaciones (o pagar los créditos).

Los pueblos medianos a los que no haya llegado el azote de las “calderas murales de gas” podrían ser los mejores potenciales candidatos, contando con la fidelidad de los edificios públicos y las viviendas más cercanas a la central para obtener una masa crítica suficiente.

Los casos que hemos estudiado no nos han dado buenos resultados porque en el fondo no deja de ser una pequeña cuadratura del círculo, sin embargo, las exitosas propuestas de Soria u Ólvega, más las que actualmente sus promotores están lanzando contradicen nuestra experiencia, de lo cual… me alegro un montón.

Del biogás, últimamente llegan buenas noticias. Por fin tecnologías que reclaman ser más baratas, uso térmico y en transporte lo que ensancha los márgenes y grandes empresas posicionándose. Como en los análisis bursátiles lo calificaría como  ”a seguir”.

Respecto a la producción de biocombustibles, permítaseme la broma de que si no sería mala idea lo de intentar poner tapones en los oídos del ministro de Hacienda en contra de los que le susurran que podría ganar mucho dinero con nuestra fiscalidad que además de indirecta, es baja.

Si pasamos al sector eléctrico los interlocutores y sus intereses cambian y mucho.

En este caso es como consigo persuadir al Ministro de Energía para que mantenga una Ro a nuevos proyectos aun a sabiendas que encarece la luz (mas parece que es) y que otros evitan más CO2.

Partiendo de la base de que los macroproyectos actuales de 50 MW tendrán pagados los créditos dentro de 15 años, prueba del algodón de que les ha ido bien, las bajadas de costes tanto de inversión como de explotación por mejor tecnología y factor de escala, así como los financieros, hará que la Ro necesaria sea muy moderada y eventualmente menor que la Ro actual.

En esta tesitura, las anteriores ventajas (desarrollo rural, gestionabilidad, etc.) pueden justificar esa Ro, en especial si introducimos los análisis diferenciales, es decir ¿cuánto costaría a la sociedad con ayudas directas un grado de desarrollo rural, forestal etc. análogo al provocado por estas plantas?

Con estas premisas y dejando un tiempo para que se consolide el modelo de desarrollo de plantas de 350.000 t/año y 50 MW, en España se podría pasar a una planificación de la instalación de estas plantas en un periodo de cinco seis años para la que será necesaria la coordinación previa del Estado con las Comunidades autónomas con competencias forestales y en la gestión de residuos.

No dudo que en esa vía y con unas ventajas tan en juego, Castilla y León sería la primera a la puerta del Ministro para colaborar en este vertebrado y sostenible desarrollo, a la par que reclamaría mediante iniciativas de innovación apoyar proyectos eléctricos con biomasa de mucho mayor tamaño.

El resumen de todo lo anterior es que nos movemos ante diferentes ventanas de oportunidad con márgenes estrechos, que nuestra capacidad de hacer las cosas no es “subvencióneme porque soy guay” sino que estoy ofreciendo un producto que cómoda y racionalmente me están comprando consumidores y gobiernos porque entre otras cosas hago los deberes son la reducción de costes al frente.

Y del COP, Greta y las emergencias ni palabra, para eso están el resto de artículos, seguro que mucho mejores que este.


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